jueves, 11 de agosto de 2011

LAS DOS ÁGUILAS Y EL VIENTO


En las alturas de las montañas habitaba una joven águila que aún no había aprendido a volar. Convencida que ya había llegado el momento de abandonar el nido, y teniendo el vuelo como empresa fácil, extendió sus alas y emprendió una precipitada carrera creyendo así que el viento trabajaría a su favor; sin embargo el soplo del céfiro en lugar de elevarlo creaba resistencia sin permitirle alcanzar las alturas.
Llegó a la conclusión, que siendo el viento un obstáculo, debería esperar a que este cesara. Y así lo hizo; y aunque logró elevarse, sus vuelos no eran más que simples planeos en descenso.
Pasaron algunos años convencido de que volar no era más que caer lentamente. Cierto día, divisó en las alturas un majestuoso compañero que planeaba alrededor del círculo solar. Aquel portento del vuelo,  maniobraba a su antojo, ora en picada, ora en caída libre, ora en barreno, ora elevándose de manera repentina.
Tras un par de horas de vuelo, el visitante aterrizó al lado de su congénere que lo observaba con admiración por su dominio aéreo. Luego de intercambiar algunas palabras de cortesía, la más joven de las aves preguntó cómo hacía para sostenerse tanto tiempo en el aíre.
La más experimentada de las águilas respondió: -Sabes, es el viento el que me impulsa. Y cuando el viento parece haberse mudado a otro sitio, me elevó allí donde aún sopla”.
-Yo he intentado volar con el viento –dijo el joven-. Pero en lugar de impulsarme, me mantenía anclado en la tierra.
-Lo que te ocurre es algo común entre los más jóvenes de nuestra especie. Deben seguir intentándolo hasta triunfar sobre la fuerza eólica. Con el tiempo la potencia de tus alas sobrepasará la resistencia del aíre.

Moraleja


En ciertas ocasiones los problemas que no nos permiten elevarnos, son los mismos que luego nos permiten volar hacía las alturas. Si quieres remontarte a mayores alturas, utiliza los problemas como oportunidades.

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