domingo, 15 de julio de 2012

EL CÍRCULO DE LA VIDA






Un hombre le preguntó a dios: ¿Cómo puedo alcanzar la inmortalidad?
Con el propósito de mostrarle el método para alcanzar la inmortalidad, al hombre se le concedió nacer y morir las veces que sea necesario, hasta encontrar, por sus propios medios, la respuesta a su pregunta.
En cada vida, el hombre buscaba la manera de no morir; sin embargo, era inevitable el envejecimiento y el posterior arribo de la muerte.
Transcurrieron muchas vidas, el hombre cansado de su devenir, decidió abandonar aquel ciclo incesante.
El postrimer día de su última vida, consciente de que no habría otras vidas, el hombre retozaba en las montañas, bajo la sombra de un cerezo en flor.
Era otoño, el viento cantaba dulcemente, acariciando con su frescor el rostro cansado del anciano.
Las flores encarnadas, en el esplendor de sus existencias, abandonaban este mundo, dejándose caer, llevar, suavemente en un  sinuoso vaivén, semejantes a innumerables veleros mecidos por la marea.
Tocaban el suelo con delicadeza, algunas rodaban sobre sus pétalos en un último suspiro, otras retomaban el vuelo impulsadas por el céfiro.
Aquella visión sublime, se grabó profundamente, en la mente del hombre. Todo acabaría, todo se olvidaría; más no la imagen de aquellas flores que hicieron de su breve vida y de su muerte una obra de arte.
En aquel instante, en el último minuto de su última vida, el hombre vislumbró la respuesta a su pregunta.